África es un lugar plagado de magia, misticismo y tradición. Una tierra en la que podemos encontrar regiones a las que el paso del tiempo parece haber dejado de lado. Un ejemplo de ello se encuentra situado en las amplias llanuras del Gran Valle del Rift, entre los países de Kenia y Tanzania. Esta es la tierra de una de las tribus más importantes del continente africano, esta es la tierra de los guerreros masais.

Existen miles de leyendas sobre este conocido pueblo nómada. Su cultura, sus tradiciones, sus ritos de iniciación a la vida adulta… Mitos que han rodeado a la tribu y la han dotado de un halo de misterio que atrae a cualquier viajero que visite esta región. Conoce un poco más de este pueblo que, mientras el mundo avanza, continúa anclado en el pasado.

Un pueblo en movimiento

Los masais son tradicionalmente un pueblo nómada. Su vida se basa en el ganado, por lo que se mueven a lo largo de kilómetros y kilómetros en busca de zonas con suficiente agua y vegetación para poder alimentar a sus vacas y cabras. Una vez instalados en un lugar, las mujeres se encargan de fabricar los asentamientos provisionales (manyattas). Para construir las chozas, utilizan una especie de adobe, preparado a base de excremento de ganado, paja y barro. El interior de las viviendas es oscuro, con uno o dos pequeños tragaluces que sirven para que entre el oxígeno y salga el humo, puesto que suelen encender hogueras dentro de las propias casas.

El crecimiento de las ciudades les está empujando cada vez más a llevar una vida sedentaria.

Leche y carne

Al tratarse de una tribu dedicada al pastoreo, su alimentación se basa principalmente de los productos que pueden conseguir de su ganado. Una de las características más sorprendentes de los masais, es el consumo habitual de sangre. Para conseguirla, practican un corte superficial, para no dañar al animal, sobre el cuello de la vaca o cabra. Después de cubrir la herida con un empaste, la mezclan con leche para obtener una especie de batido. A pesar de que sí comen carne, esta la reservan para ocasiones especiales.

Al tratarse de un pueblo tradicionalmente nómada, la verdura no es uno de los alimentos que entre en su menú. Aunque ahora es más frecuente su consumo, ya que muchos de ellos comienzan a llevar una vida sedentaria.

El fuego, cosa de hombres

Masais encendiendo fuego. Foto: Francisco Elorriaga

La tribu masai está acostumbrada a utilizar el fuego, tanto para obtener su calor, como para calentar alimentos o utilizarlo en el resto de sus actividades diarias. El modo de hacerlo es la forma tradicional, nada de mecheros o cerillas. Utilizan la fricción de un palo contra una tabla de madera para obtener las primeras chispas y, después, encender una hoguera más grande. Pero esta tarea es exclusiva de los hombres. Las mujeres tienen prohibido llevarla a cabo.

Los pastores del mundo

La tribu masai tiene la creencia de que es dueño de todo el ganado que habita sobre el mundo. Un antiguo mito cuenta que Dios tenía tres hijos. Al primer hijo le entregó una flecha, él sería cazador. Al segundo, una azada, su labor sería la de trabajar la tierra. Mientras que, al tercero, le otorgó un arado, él sería el encargado de guiar a los rebaños. Se dice que los masais son descendientes de este tercer hijo, por lo que creen que todo el ganado de la tierra les pertenece. Esta historia, aparentemente anecdótica, ha traído verdaderos quebraderos de cabeza en los territorios del Valle del Rift puesto que eran frecuentes los robos de ganado en aquellos lugares próximos a tribus masais.

Hombre rico, hombre pobre

La riqueza de un hombre se mide por el número de cabezas de ganado que este posea. Se considera pobre a un hombre que cuente con menos de cincuenta cabezas. La supervivencia de los masais depende directamente de sus animales, por lo que sienten un profundo respeto hacia ellos. No suelen matar a ninguno de ellos, salvo en contadas excepciones y, cuando lo hacen, aprovechan absolutamente todo.

Mujer masai. Foto: Amaya Ferrández

Moda

Debido a su forma de vida, los masais son un pueblo esbelto y en forma. Suelen vestir unas holgadas mantas (shukas) de vivos colores, normalmente azules y rojos. El color rojo es utilizado por el significado de peligro que este tiene en la naturaleza. Es un aviso a posibles depredadores. El color también refleja el estatus del masai. El color azul solo está destinado a personas casadas, el negro es para jóvenes que acaban de ser circuncidados… También acostumbran a alargarse los lóbulos de las orejas y a decorar sus rostros con un polvo fino hecho de sebo y un mineral rojizo.

Danza de bienvenida. Foto: Francisco Elorriaga

La danza de los guerreros

La cultura masai está llena de celebraciones, y en todas ellas cobra gran protagonismo la danza y los cantos. Durante la noche y alrededor de una hoguera, los guerreros masais se van turnando para entrar en el círculo y dar impresionantes saltos. Mientras tanto, las mujeres mueven los hombros haciendo sonar sus collares de cuentas. Cuanto más alto salte el guerrero, más facilidad tendrá para conseguir una mujer puesto que significará que su condición física es mejor que la del resto de guerreros.

El paso a la madurez

A la edad de dieciséis años, los masais más jóvenes pasan de niños a hombres. Mediante la circunscisión, se convierten en guerreros. Su función pasa a ser la de pastorear y defender el territorio.  Antiguamente, para formar parte de la élite masai, era necesario que el joven guerrero diera muerte a un león sin más ayuda que su lanza. Entonces, podría lucir la cabellera del animal como símbolo de valor. Por fortuna, esta tradición fue prohibida por las autoridades.

En cuanto a las mujeres, su rito de iniciación también pasa por la circuncisión femenina. Aunque parezca extraño en una civilización tradicional, las jóvenes masais son libres de relacionarse con quien deseen.  Incluso está permitida la promiscuidad, tanto masculina como femenina.

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