Descubriendo a los vietnamitas: el país de las sonrisas

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Vietnam es un país ubicado en la otra punta del mundo, por lo tanto, no es de extrañar que para nosotros se trate de un nuevo mundo. Sus tradiciones, su lengua, su religión e incluso su forma de ser son muy diferentes a la nuestra. Eso es algo de lo que tardas poco en darte cuenta. Nada más poner un pie en este país te das cuenta de que ese no es tu mundo. En las siguientes líneas explicaré cómo fue nuestra experiencia en este maravilloso país.

 

El culto a la religión

Foto: Francisco Elorriaga

Vietnam es un país con un profundo respeto a las tradiciones y a la religión. Prácticamente todo el país está plagado de templos, pagodas e iglesias de las diferentes religiones. En este país conviven prácticamente todas las religiones que os podáis imaginar: budismo, taoísmo, confucianismo, caodaísmo, cristianismo, islamismo, creencias indígenas… Resulta muy llamativo visitar una de las infinitas pagodas que hay a lo largo de todo el país y comprobar cómo en estos pequeños templos comparten espacio los turistas que las visitan por curiosidad con creyentes de cualquier edad que acuden a ellos para rezar sus oraciones y meditar.

 

En Vietnam la edad no importa

Joven vietnamita trabajando en el mercado de Hoi An. Foto: Francisco Elorriaga
Joven vietnamita trabajando en el mercado de Hoi An. Foto: Francisco Elorriaga

Otra de las cosas que más nos llamó la atención de nuestra aventura en Vietnam fue que allí no entienden que es eso de edad de jubilación. Ver trabajar a ancianos y ancianas, con la cabellera plateada y arrugas por todo el rostro es algo más que común en Vietnam. Nosotros nos llegamos a preguntar si realmente allí se envejecía. Los tradicionales mercados son una buena muestra de esto. En estos emblemáticos lugares podemos ver a las señoras más mayores trabajar junto a sus nietas. También es normal ver a octogenarios montando en bicicleta, en moto y realizando gimnasia en los parques o en pena calle.

 

Una sociedad muy social

Siempre se ha dicho que en España somos muy sociales y se resalta en nuestra cultura  la afición de reunirnos en los bares y en las zonas de ocio. En esto debo reconocer que los vietnamitas nos superan con creces. Es impresionante ver cómo da igual a la hora que pises la calle, siempre verás a grupos de vietnamitas reunidos bebiendo o comiendo (se pasan prácticamente todo el día comiendo). Ver a un grupo de cinco o seis adultos sentados en la calle en pequeños taburetes y comiendo algún tipo de sopa es una estampa de lo más frecuente a cualquier hora del día.

 

Cuidado con el tráfico de Vietnam

Foto: Francisco Elorriaga

Lo primero que pensaréis al ver una carretera vietnamita es que esa gente está LOCA. Para ellos, los pasos de cebra parecen ser un elemento decorativo y el tráfico en este país resulta caótico. O al menos eso parece al principio… Para nosotros es complicado comprender cómo es posible que funcione pero con la práctica seguramente hasta le cogeréis el gusto a caminar entre motos y coches. Al final, acabas comprendiendo que cruzar una carretera se resumen como el trabajo en equipo entre motorista y peatón para que ninguno de los dos muera. No existe ningún truco, simplemente deberéis lanzaros a caminar, prestando atención a los coches y motos que vayan hacia vosotros y rezar para que os esquive… ¡Chupao!

 

Gente extraordinaria

Foto: Francisco Elorriaga

Antes de nada me gustaría matizar una cosa… Normalmente al volver de un viaje mucha gente califica a la población local como súper educada, amable, sonriente… A veces esto es porque ha sido un viaje cómodo, sin complicaciones y en el que únicamente han tratado con los dependientes de las tiendas y con los recepcionistas de los hoteles (esa gente siempre es agradable). En nuestro caso, es necesario recordar que nuestro viaje fue un auténtico infierno en el que tuvimos que solucionar mil problemas y pedir ayuda otras dos mil.

Una vez puestos en antecedentes, os aseguro que nuestra experiencia con los vietnamitas fue increíble. Son pura amabilidad, educación y tremendamente extrovertidos. Siempre que tuvimos un problema, y tuvimos muchísisisisimos, pusieron todo de su parte para ayudarnos, (casi) siempre desinteresadamente. Si la persona a la que preguntábamos no podía ayudarnos, siempre lograban encontrar a alguien que pudiese. Son gente sorprendentemente humilde y hospitalaria. Seguramente sin su ayuda no habríamos sobrevivido…

Por ejemplo, por lo que fuera en mi segundo día me caí en un charco y mi móvil murió… Esa misma noche, cenando, le pregunté a la camarera a ver si podía decirme de algún lugar donde poder arreglarlo. Ella no sabía, pero me dijo que esperase, que iba a llamar a la dueña del restaurante. Al cabo de 15 minutos apareció la jefa que no solo me indicó donde había un taller, también me dibujó un mapa y me anotó todas las direcciones a bolígrafo.

Nos ayudaron con todos los transportes que tuvimos que coger, nos dejaron gratuitamente habitaciones de hotel para ducharnos, nos permitieron dormir en una recepción de un hotel…  siempre sonriendo. ¡Incluso sonreían cuando les cazabas en alguno de sus intentos de estafilla!

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