Atenas, ¿qué te ha ocurrido?: nuestra experiencia en la capital griega

Si uno escribe la palabra “Atenas” en el buscador de Google, lo primero que le aparecerá será dos millones de fotografías de la Acrópolis. Cuesta ver fotos de la ciudad más allá de estas ruinas de la antigua Atenas. ¿Por qué? ¿No hay nada más que ver en la capital de Grecia? Hoy os cuento cómo fue nuestra visita a Atenas.

Cuando uno viaja a Atenas, espera encontrar toda una capital europea. Ya os podéis imaginar; amplias calles muy bien iluminadas, pintorescas tiendas locales, grandes comercios internacionales, suelos limpios, buen ambiente en las calles, gente paseando, niños jugando y jovencitos ayudando a cruzar la carretera a ancianitas adorables. Vamos, el pack completo. No obstante, ya había escuchado bastantes opiniones sobre esta ciudad, y prácticamente ninguna de ellas era demasiado halagüeña. A pesar de todo, yo aun tenía cierta esperanza. Soy el tipo de persona dejó de creer en los Reyes Magos con casi diez años y que en una ocasión puso un huevo de gallina del Mercadona bajo un cojín para incubarlo. Es una auténtica lástima, pero a veces los rumores resultan ser ciertos.

Antes de comenzar con nuestra experiencia, es importante saber que Grecia es un país que ha recibido más golpes que Sylvester Stallone. La crisis ha afectado a este país y, aunque los números indican que están logrando mejorar sus resultados económicos, la realidad es que esta mejora no está llegando a las clases trabajadoras. Grecia lleva años implantando medidas de austeridad y reduciendo el gasto público. Esto se traduce en un empeoramiento de las condiciones de vida de los griegos. Cuesta creer que en sus peores años tuvieran el valor (por no utilizar un término más genital) de lanzarse a organizar unos Juegos Olímpicos, donde el gasto de organización duplica a los beneficios que genera…

Lo que nos encontramos en Atenas fue una ciudad que ya había vivido sus mejores tiempos y que estos ya habían pasado hace bastantes años. La crisis vivida en toda Europa ha golpeado a la capital helena con más fuerza que al resto de nuestro continente. Nuestro hotel estaba cerca de una de las calles principales de Atenas, imaginad algo similar a la Castellana madrileña… Los comercios – grandes y pequeños – han sido abandonados y ocupados, la gente pide dinero por las calles, los cubos de basura desbordan su contenido, las aceras están sucias, las paredes pintadas y fuertes olores golpean tu nariz cada pocos metros. Como ya he dicho antes, cuesta mucho creer que estuviéramos en una capital europea. Lo peor de todo fue la cantidad de personas que vimos drogándose en la calle. Vimos agujas, cucharas e incluso a un tipo esnifando cocaína directamente del suelo. No exagero cuando digo que parecía una ciudad de otra época, muy parecida a lo que nos han descrito siempre como la España de los años 80.

Aunque la cantidad de delitos no es excesivamente alto, estos sí han aumentado durante los últimos años. A pesar del ambiente extraño que podemos ver en las calles, la capital es un lugar más o menos seguro siempre que tengamos cuidado. Personalmente, no recomendaría caminar sin compañía por las noches por algunas zonas, como los alrededores de la Plaza Omonia o el barrio de Metaxourgeio. Nosotros lo hicimos en un grupo de cinco o seis personas y aunque el paseo no fue especialmente cómodo, no tuvimos ningún problema con nadie. La gente de la calle estaba más interesada en continuar con sus “negocios” que en andar molestando a turistas. Es muy importante recordar que el turismo es una de las principales fuentes de ingresos de este país, por lo que, según nos explicaron, el Gobierno se esfuerza en tratar de que sus visitantes no tengan ningún susto.

Nos explicaron que el mayor peligro de Atenas son los carteristas, pero son fáciles de controlar siempre que caminemos con cuidado, vigilando bolsos y bolsillos. Estas medidas se deben aplicar sobre todo al transporte público.

Os recomiendo mucho echar un vistazo a este reportaje para comprender mejor la situación de Atenas.

Atenas es una ciudad a la que viajé con grandes expectativas y que me defraudó profundamente. Es cierto que en la Acrópolis encontré todo lo que esperaba. Por mis aficiones lectoras y mis gustos, esa visita era la que más ilusión me hacía y no me decepcionó en absoluto, pero la ciudad deja un mal sabor de boca. El dinero, la crisis, Europa y los propios griegos han permitido que la cuna de la civilización, tal y como la conocemos, se haya vuelto una ciudad gris y carente de toda luz. Tan solo el tiempo dirá si es capaz de recuperar cierto esplendor o continuará aumentando su decadencia.

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