Si los tres amigos hubieran sabido lo que iban a vivir, tal vez hubieran cambiado de planes. Si los tres amigos hubieran sabido los extraños sucesos de los que iban a ser testigos, tal vez hubieran decidido no pasar la noche en aquella pequeña casa del 253 de la calle 31st Avenue.

Los protagonistas de esta pequeña historia son tres amigos; Nacho, Alida y Fran que un día decidieron aprovechar unos pocos días de vacaciones para realizar un viaje recorriendo el soleado estado de Florida, en los lejanos Estados Unidos. Los tres llevaban más de dos semanas de aventura cuando todo ocurrió, justo cuando su camino les llevó a la soleada ciudad Miami. Habían recorrido Orlando, Sarasota, visitado los caimanes de los Everglades, descubierto las playas de Key West y comenzado a disfrutar de la ciudad más famosa de Florida. Después de su primer día recorriendo Little Havana y viendo los murales de Wynwood, justo cuando la noche empezaba a caer, los tres amigos llegaron a su pequeña casa a las afueras de la ciudad. Estaban cansados por el duro día y con ganas de cenar e irse a dormir. Los días eran cada vez más duros y el cansancio acumulado era cada vez mayor.

Su casa era un pequeño chalet compartido, una casa de ensueño en la que porche y jardín eran comunes para los dos apartamentos. Nada más verlo, los tres estuvieron de acuerdo en que aquel iba a ser el mejor alojamiento en el que iban a estar en todo el viaje. También era cierto que llevaban casi dos semanas hospedándose en hoteles de carretera.

Serían las 9 de la noche cuando todo empezó, ese fue el momento en que comenzaron a oír los primeros sonidos provenientes de la casa de al lado. Las paredes de la casa eran finas, por lo que cada ruido traspasaba con facilidad los muros y se colaba en la casa de los tres viajeros. Eran los vecinos, mantenían una conversación en voz alta. El tono de voz era parecido al de una discusión pero no podían asegurar que fuera una riña.

-Joder – exclamó Nacho cuando ya llevaban más de diez minutos hablando – Como se pasen así toda la noche nos vamos a cagar…

-Hombre, supongo que pararán. De todas formas no es muy tarde todavía – respondió Alida

Nacho, Alida y Fran empezaron a preparar sus cosas para el día siguiente, tratando de no hacer caso a la conversación que se estaba manteniendo al otro lado del tabique. Nacho y Alida compartían habitación mientras que Fran dormía en otro cuarto solo.

De pronto, la conversación empezó a subir de nivel hasta tal punto que resultaba imposible no escuchar lo que se estaba diciendo, sobre todo al tratarse de vecinos cubanos y de ser una conversación en español. Alida y Nacho fueron los primeros en darse cuenta de lo que estaba ocurriendo.

¡No era posible!

Fueron corriendo a la habitación de Fran. No se podían creer lo que estaban escuchando. Parecía una broma, una macabra, de esas que solo hace gracia a quienes la ejecutan.

-¡Fran! ¡Fran! Ven, corre.

-¿Qué pasa?

-Tío, están haciendo un puto exorcismo en la casa de al lado – gritaron.

-Anda ya – Fran les creyó tanto como un padre cuando su hijo le dice que no ha sido él quien ha pintado la pared de su habitación.

-¡¡Ven, corre!!

Los tres salieron al pasillo principal de la casa. Ni siquiera les hizo falta pegar la oreja a la pared para escuchar los gritos…

¡TE RECHAZO!

¡TE RECHAZO!

¡TE RECHAZO!

EN EL NOMBRE DE JESUCRISTO, TE RECHAZO

No podía ser cierto lo que estaba ocurriendo, ¿un exorcismo? ¿En serio? Si eso solo ocurría en las películas y en los programas de Iker Jiménez… Además de la voz de lo que dedujeron que sería el cura, se escuchaba el coro de un grupo de personas que no dejaban de rezar en voz alta. Y los gritos no cesaban…

¡TE DESATO DE PIES Y MANOS!

¡TE DESATO DE PIES Y MANOS!

EN EL NOMBRE DE JESUCRISTO, YO TE LIBERO

De vez en cuando, estos gritos y los rezos iban acompañados de golpes secos, amortiguado, como si alguien chocara contra el colchón de una cama.

-No me jodas. No puede ser – dijo Fran. Los tres amigos estaban empezando a ponerse nerviosos y comenzaron a asomar alguna que otra risa nerviosa – Tenemos un puto exorcismo al otro lado de esta pared.

-¿Qué coño hacemos? – preguntó Alida

Los gritos continuaban. Cada vez más fuerte.

-Ni idea – respondió Nacho – Pero yo paso de salir, estoy cagado.

-No, no, no nos movemos de aquí en toda la noche. Ni de coña.

Se encerraron en una de las habitaciones, tratando de hacer el mínimo ruido. Del mismo modo que podían oír cualquier ruido de la casa de al lado, era posible que ellos también escucharan sus voces.

-Joder, tienen ahí a un tío endemoniado. No me jodas. Esto parece una puta película – dijo Fran

-¿Llamamos a la policía? – preguntó Nacho

-No, no. Encima tenemos que pasar tres noches más en esta casa.

-¿Y no ponía nada en los comentarios de AirBnb?

-No, no venía nada de que se practicaran exorcismos en la casa de al lado, sabes… vaya pregunta.

De pronto, Alida se dio cuenta de que los gritos habían parado.

-Los gritos han parado – dijo, muy elocuente.

Era cierto, ya no se oían voces en la casa de al lado. En su lugar, pasos. Pasos que dirigían a la puerta.

-No me jodas – alzó la voz Nacho – ¿te imaginas que vienen?

La puerta de un coche abriendo y cerrándose despejó esa idea de las cabezas de los tres amigos. Se asomaron al pasillo para ver a través de la ventana del salón.

-¡Se van! ¡Se están yendo!

Las luces del coche se encendieron en momento idóneo para que alumbrar la silueta de dos figuras ante la ventana de los tres jóvenes viajeros.

-Joder, ¡¡que están en nuestro porche!! – señaló Fran mientras corría de nuevo a la habitación

-Yo no he visto nada – respondió Nacho. Alida tampoco había visto las tres sombras proyectadas contra la ventana del salón.

-Acabo de ver la silueta de dos personas delante del faro del coche.

Lo siguiente que oyeron fue el motor del vehículo. Al parecer, tres de los extraños vecinos se marchaban…

-Ya se van – apuntó Fran

-A mí meda igual, yo ya no duermo en toda la noche – Nacho parecía ser el primero en darse cuenta de que aun quedaba mucha noche por delante y que, a pesar de que los sucesos extraños habían acabado, estaban ante una noche que prometía ser larga.

El problema era que los sucesos aún no habían terminado. La voz que antes habían identificado como la del cura volvía a sonar, esta vez con menos fuerza, prácticamente inteligible desde el otro lado del muro, pero acompañada con golpes que sonaban cada pocos segundos. Esta nueva tanda de rezos y golpes no duro mucho. Tal vez quince minutos más, pero dejaba claro que en esa casa seguían ocurriendo cosas extrañas.

-Joder, que siguen teniendo a alguien atado ahí dentro

-Nadie nos va a creer esto cuando lo contemos, es que es una película. Que acabamos de vivir un exorcismo, ¿os dais cuenta? – señaló Alida

-Yo he grabado unos audios con el móvil. Os los mando ahora…

-Lo peor de todo es que todavía nos quedan tres noches más en esta casa…

Al poco rato, los gritos y los sonidos extraños cesaron y todo volvió a la relativa tranquilidad. No obstante, algo fuera de lo normal había ocurrido y aquella se había convertido en la noche más extraña de los tres amigos. Una noche para el recuerdo, un acontecimiento que parecía sacado directamente del cine hollywoodiense. ¿Quién les iba a creer? ¿Hubieran creído ellos esa historia si otro se la hubiera contado? Tampoco les importaba. Sabían que lo que habían oído y visto era real y eso nadie se lo iba a poder quitar. . Después de comentar lo que acababa de ocurrir durante más de una hora, los tres decidieron tratar de conciliar el sueño. Ninguno durmió tan bien como hubiera querido. Ninguno de los tres iba a ser capaz de olvidar lo que acababan de vivir en aquella pequeña casa del 253 de la calle 31st Avenue.

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